EL MADRID DE ANTES

MADRID AÑOS 30

LOS BARRIOS CASTIZOS Las Vistillas,La Paloma y Lavapies

LOS BARRIOS CASTIZOS

En Las Vistillas, en la Paloma y en Lavapiés, pasando por el Rastro, está el alma de los "Madriles", del Madrid de los barrios bajos, del Madrid jaranero y costumbrista, el del chotis, aromado con perfumes de fritanga, churros y gallinejas.

Y ese espíritu del madrileñismo más puro se viste de chulapón en las fiestas de san Cayetano, san Lorenzo y la Paloma, y se hace carne castiza en los personajes de zarzuela. Todavía algún don Hilarión saca de "bureo" a la Casta y a la Susana para que cualquier Julián se muera de achares.

Las Vistillas

Entre la calle de Bailén, llegando a la Gran Vía de San Francisco, y asentado sobre la cornisa que da al Manzanares, comienza el barrio de Las Vistillas, que tiene grandioso templo, San Francisco el Grande (1781), construido sobre el solar de la derribada iglesia del convento de los Franciscanos, que vinieron y se asentaron en los arrabales entonces de Madrid, con el propio san Francisco de Asís a la cabeza, en el año 1224. También tiene otra iglesia, mucho más pequeña y adosada a la anterior, la capilla de la Venerable Orden Tercera, "San Francisquín para los castizos", que es una joya del barroco madrileño. Completan los edificios característicos del barrio la capilla del Hospital de la citada venerable Orden Tercera y el Seminario, en la calle de San Buenaventura, en estilo neomudéjar.

 

 

En San Francisco el Grande, de estilo neoclásico según diseño de Francisco Cabezas desarrollado por Antonio Pló y finalizado por Sabatini, destaca su cúpula, considerada como la tercera de planta circular de mayor diámetro de la cristiandad; la maravillosa fachada neoclásica, su suntuosa decoración interior, su espectacular rotonda circular central con las seis capillas laterales, las esculturas marmóreas de los doce apóstoles y su pinacoteca, representativa de la pintura española de los siglos XVII a XIX, con cuadros de Zurbarán y Goya.


 

 

Las Vistillas toma el nombre de la fabulosa panorámica que desde la plaza de Gabriel Miro, más conocida como de las Vistillas, permite contemplar a un golpe de vista la Casa de Campo, el Parque del Moro, la Catedral de la Almudena y, al fondo, los Carabancheles. En verano sus terrazas están abarrotadas de gente que aprovecha la brisa que suele hacer por esta zona para refrescarse y charlar animadamente.


 

 

Una de sus calles mas características del barrio es la de Don Pedro que conserva algunos trozos restaurados de la antigua muralla cristiana.


 

 

En Las Vistillas se continúan celebrando las tradicionales verbenas y algunos patios de vecindad se siguen adornando con farolillos de papel. Y, al compás de un viejo organillo, se pueden lucir las habilidades con el chotis, sin salirse del ladrillo, como está "mandao". Y para mitigar el sofoco del "bailoteo", nada mejor que la "limoná" o la tradicional agua con azucarillo y aguardiente.

La Paloma

Separado de Las Vistillas por la Gran Vía de San Francisco, se encuentra el barrio de la Paloma, con la iglesia de San Pedro el Real, y en ella el venerado lienzo de Ntra. Sra. de la Paloma, cuya festividad se celebra el 15 de agosto. Allí acuden los madrileños para venerarla, presentarle a sus hijos recién nacidos y darse un "garbeo" por su famosa verbena.


 

 

Si Nuestra Señora de la Almudena fue nombrada oficialmente patrona de la Villa y la de Atocha recibió el título de patrona de la Corte, la Virgen de La Paloma, de mucha menos antigüedad que las anteriores, fue elegida oficiosamente por el pueblo de Madrid como su patrona.


 

 

La devoción parte de finales del siglo XVIII. El lienzo que representa a la Virgen de la Paloma fue encontrado en una corrala entre un montón de leña por unos niños que después lo vendieron a Isabel Tintero. La buena mujer lo colocó en el portal de su casa y pronto la imagen conquistó el corazón de todos los vecinos.


 

 

La Verbena cobró importancia a partir del último cuarto del siglo XIX. Prueba de la fama que llegaron alcanzar los festejos del barrio fue su elección como escenario de una de las más famosas zarzuelas, obra del compositor Tomás Bretón y del libretista Ricardo de la Vega, La Verbena de la Paloma.


 

 

Conserva el barrio todo el sabor popular del viejo Madrid. Un Madrid galdosiano y barojiano con historias de Fortunatas y Jacintas, con recuerdos del trajín de los aguadores repostados en la Fuentecilla de la calle de Toledo. Un Madrid entrañable que no deberíamos dejar que desapareciera.


 

 

El teatro Novedades, situado en la calle Toledo, frente al mercado de la Cebada y con vuelta a la calle de las Velas —hoy López Silva—, fue inaugurado el 13 de septiembre de 1857. Se trataba de un teatro de buenas proporciones con una capacidad para 1.500 espectadores, aunque con una pésima comunicación con el exterior a base de corredores estrechos y sin salida de emergencia. Después de una larga andadura de cerca de 70 años, en la que no faltaron conocidos estrenos del género chico, el 23 de septiembre de 1928, mientras se representaba la zarzuela "La mejor del puerto", se produjo un espectacular incendio en el que murieron 80 personas y hubo muchos heridos. El teatro quedó totalmente destruido y no se volvió a reconstruir.


 

 

Al final, y junto al que fue antiguo mercado de pescados, está la Puerta de Toledo, iniciada por José Bonaparte y concluida por Fernando VII en 1827.

 

Lavapiés

En el barrio de Lavapiés estuvo la antigua judería, con la sinagoga en el solar donde se levanta la parroquia de San Lorenzo.


 

 

Al ser expulsados los judíos en 1492 por los Reyes Católicos, muchos de ellos se convirtieron al cristianismo y siguieron viviendo en la misma zona. Y para hacer profesión de fe, tan puesta en entredicho por aquella época, tenían por costumbre poner el nombre de Manuel (Dios con nosotros) a todos los primogénitos varones. De ahí vino el llamar "manolos" y "manolas" a todos los habitantes del barrio, apelativo que se aplicó después a todos los madrileños engalanados con los trajes típicos.

 

 

De este barrio, de sus calles, de sus patios de vecindad y de sus gentes se sacaron no pocos escenarios para multitud de obras del llamado "género chico". Tomaron de aquí, no sólo la gracia chispeante, el donaire, la ocurrencia y el chiste oportuno, sino también el alma y el carácter de Lavapiés.


 

 

Milagrosamente se han salvado de la piqueta algunas de sus viejas corralas, siendo la más popular la que hace esquina entre las calles de Mesón de Paredes y Sombrerete. No ocurrió lo mismo con el cine Olimpia, luego sala teatral, en la plaza de Lavapiés, sustituido por el teatro Valle-Inclán. Ni con la sala de fiestas El Molino Rojo, en la calle Tribulete, escenario canalla de las noches madrileñas. Así decía un anuncio radiofónico de los años 50:

 

Y por poner un ejemplo, también desapareció en la calle del Ave María La Campana, buen lugar para degustar los vinos y licores malagueños y refugio de borrachines.

 

Hay que recorrer a fondo toda la calle de Mesón de Paredes y empaparse en su casticismo: los edificios, muestra de la tradicional arquitectura madrileña; la taberna de Antonio Sánchez, torero y pintor; los bares con fritanga de gallinejas, negras y entresijos; las viejas boticas con olor a eucalipto y la plaza de Agustín Lara, compositor de chotis Madrid, que nos propuso coronar emperatrices en Lavapiés y luego celebrar la fiesta con un agasajo postinero en Chicote con la crema de la intelectualidad, y en donde se conservan las ruinas del templo y colegio de las Escuelas Pías, restauradas y acondicionadas como sede de la UNED.


 

 

Todo el barrio lucha por conservar lo más puro de las tradiciones madrileñas. La plaza de Lavapiés era e intenta mantenerse como lugar para la cita dominguera a la hora del vermut, para la charla distendida, sin prisas ni agobios. Pero hoy la emigración ha desembarcado de lleno, de tal manera que lo ocupan casi todo, situación que resulta agobiante por la costumbre de estas gentes de estar a todas horas en la calle, debido en parte a la precariedad y hacinación en las viviendas. Parece como si no estuviéramos en Madrid.


 

 

Fue a principios de los 90 cuando Lavapiés empezó a concentrar a población inmigrante. Los pisos, viejos y destartalados, pero baratos, fueron todo un reclamo. Primero llegaron los magrebíes, luego los latinoamericanos, más tarde los subsaharianos, los bengalíes, los paquistaníes... y, en los últimos tiempos, los chinos. "Ve a Lavapiés, allí hay amigos", es la voz que más ha corrido, y aún corre, entre los recién llegados.


 

 

En la calle de Embajadores se encuentran sus dos edificios más emblemáticos: la casticísima iglesia de San Cayetano, cuya traza se debe a José de Churriguera y la fachada a Pedro de Ribera, y la antigua Fábrica de Tabacos, cuyas obreras —siempre reivindicativas y consideradas de rompe y rasga— iniciaron los primeros movimientos de protesta sindical.

La vivienda en el Madrid de principios del S. XX

 
Casa de vecindad

Madrid, durante el primer tercio del siglo XX era una mezcla de ciudad vieja que se resistía a dejar paso a una ciudad más moderna y dinámica que va despuntando sin demasiado empuje. A pesar de este lento despegue, sí se empiezan a ver algunos cambios.

Entre 1900 y 1940 se duplica la población, se instalan cada vez un número mayor de bancos, cobra más importancia el capital, crece la industria y los servicios mercantiles, culturales y financieros a la vez que crecen las transformaciones urbanas que permiten albergar estos nuevos servicios.

Las viviendas del centro de la ciudad, donde se alojaba la mayor parte de la gente seguían siendo insalubres. Según un estudio de P. Hauser se distinguían dos tipos de casas: las de vecindad y las de dormir. Las primeras carecían de aseo, de limpieza, de agua y de ventilación. Según este informe vivían en Madrid 438 casas de vecindad en las que vivían 52655 personas. Normalmente estaban situadas en los barrios del sur de la Puerta del Sol.

El otro tipo de casas citadas por este mismo autor, las “casas de dormir” eran aquellas que tenían un simple jergón o colchón donde dormir. Acogía a parados, mendigos, prostitutas, criadas sin ocupación y por supuesto sin dinero. Por pocos céntimos se podía pasar la noche en estas casas, en cuyas estancias podían llegar a juntarse hasta sesenta personas. Eran lugares sucios donde no entraba el aire ni la luz y focos de enfermades contagiosas.

Esta situación preocupaba bastante a las autoridades estatales y municipales. En 1907, el Instituto de Reformas Sociales, creado tres años antes, publicaba un estudio que más tarde se convirtió en la ley de casas baratas de 1911, basada en algunas de las propuestas de los higienistas de finales del siglo XIX.

Esta ley cedía terrenos a los municipios para que construyesen viviendas y ofrecía exenciones fiscales y subvenciones a los constructores que secundasen esta iniciativa. El efecto de esta ley fueron las colonias de hotelitos inspirados en la ciudad jardín, las colonias Socialistas, Cruz del Rayo, Mahou, Prosperidad o los Cármenes.

Ángel Escarpa Sanz 12.08.2020 20:20

Nací en la calle Arganzuela, en 1937, y viví en la calle del Espino, y en la Ronda de Toledo. Antes de la República mi padre vendía de muy chico, El Heraldo, po

lorenzo 29.11.2012 14:31

si,señor la pagina cada dia esta mas estupenda.enhorabuena.

ramón 29.11.2012 13:31

Muy bonito; la música magnífica. En alguno de estos tranvías he montado hace ya algún tiempo...
También en el tiovivo.

Comentarios

15.11 | 16:09

Pertenece a la Zarzuela los gavilanes....creo
Aunque nosotros Madrid Eterno, nos dedicamos especialmente a Madrid y todo lo relacionado con Madrid.

15.11 | 15:37

Sabeis a que zarzueka pertenece una cancion que dice: Alla en la cercania hay una aldea, hay una aldea. Y la gente que alli habita son pescadores, son pescador

21.10 | 20:22

Me podéis decir modistas para hacerme mi traje de chulapa. Mi correo sita.molero@hotmail.com
Gracias

09.03 | 16:08

De la zarzuela El Guitarrico, de Luis Pascual Frutos con música de Agustín Pérez Soriano. La pieza se llama La Jota de Perico